
El beso de la cuerda: cuerpo y sexualidad en (y de) las mujeres
El shibari como alternativa de acceso a una experiencia sexual y corporal propia para las mujeres.
Uno de los mayores aportes del movimiento feminista de fines de los sesenta y en adelante es el haber puesto en entredicho la categoría de “género” como instancia definitoria de los individuos. Esto en la medida en que tal categoría se revela como un constructo social, cultural, e incluso político, cuyo fin es preservar el orden heterosexista eminentemente androcéntrico. Más aún, comprender que la categoría “sexo”, lejos de ser biológica y/o natural, se configura bajo parámetros similares que el “género” resulta igual de necesario. Asimismo, la sexualidad debe entenderse en conjunción con las categorías mencionadas (género y sexo). De esta manera se entiende la sexualidad como algo lejos de ser una realización plena de los deseos individuales y más como una manera en la que los significados culturales y sociales actúan e inscriben en los cuerpos.
Desde esta perspectiva, la situación de la mujer es por demás compleja, ya que históricamente ha sido circunscrita a lo sexual, aunque esto no quiere decir que ellas hayan podido dar rienda suelta a su sexualidad, en absoluto. Es todo lo contrario, la sexualidad de las mujeres ha sido (y es aún) constantemente desplazada por los requerimientos masculinos. Es decir, el placer se define siempre en términos masculinos, siendo la mujer un mero ayudante para su realización. Las prácticas sexuales suelen privilegiar la satisfacción del hombre antes que la de la mujer: el fin (en tanto motivo y en tanto conclusión) del coito es la eyaculación masculina.
A partir de estas ideas creo que se puede entender mejor el corto documental de Karina Aceves El beso de la cuerda, el cual forma parte de la selección oficial del Festival Internacional de Cortometrajes Universitarios Cortos de Vista en su edición 14. Este recoge las experiencias iniciáticas de tres mujeres en la práctica del shibari —forma de bondage que consiste en inmovilizar (e incluso suspender) el cuerpo mediante el atado de cuerdas—. Así, estas tres mujeres de nacionalidad distinta y por lo mismo de diferente formación cultural ofrecerán sus puntos de vista, convergentes en algunos aspectos y en otros no, a propósito del shibari.
La principal ventaja que las mujeres identifican en el shibari es el poder sentirse dueñas de sus propios cuerpos y con ello explorar su propia sexualidad. La conexión interna que tal práctica concede a las jóvenes son descritas por ellas como una “reconciliación” consigo mismas o como una “sumisión sin vulnerabilidad”. Y es que el shibari es ante todo una práctica de sumisión consensuada en la que la persona atada puede explorar aspectos poco conocidos de su cuerpo y satisfacer deseos conscientes e inconscientes sin sentirse por ello disminuida respecto a su pareja. La mujer se convierte así en medio y fin en sí misma; es su satisfacción personal la que establece los límites de la práctica y es su cuerpo (en la medida en que se siente dueña de sí) el medio para lograrla.
Otro aspecto central del shibari es poder pensar en la satisfacción sexual en términos que no sean los habituales; es decir, los establecidos por el sistema heterosexual. Me refiero a los órganos reproductivos, erróneamente llamados sexuales. Con el shibari asistimos a una sexualización de la totalidad del cuerpo: sean las manos, los pies, los muslos, etc., absolutamente todo el cuerpo puede sentir el abrazo de la cuerda. Nuevamente, el cuerpo es el medio por el cual las mujeres acceden a nuevas experiencias de su sexualidad.
Ahora, quisiera resaltar la labor en la dirección de Karina Aceves ya que lo anterior queda evidenciado en el excelente trabajo de montaje, el cual nos ofrece secuencias bastante sugestivas e incluso sensuales (en un sentido más bien sensorial). Así como también en el uso de primeros planos al momento de recoger los testimonios de las mujeres, en la medida en que nos sumerge en un ambiente intimista en el que las mujeres revelan aspectos centrales de su sexualidad. Además, la sugestión y el intimismo se acentúan con el uso constante de primerísimos primeros planos. Asimismo, respecto a lo mencionado acerca de la sexualización de la totalidad del cuerpo, esto está brillantemente trasladado a la pantalla mediante planos detalles de distintas partes del cuerpo de las mujeres practicantes del shibari. En síntesis: El beso de la cuerda es un excelente corto, que además nos invita a reflexionar acerca de la posición de las mujeres respecto a su sexualidad de la cual constantemente se hallan desposeídas. Una manera de acceder a ella es mediante la re-apropiación consiente del cuerpo propia. El shibari seria una alternativa interesante.


