
El género épico en Los Siete Samuráis y Los 13 Asesinos
Las similitudes se pueden encontrar en lo trágico que ocurre con los samuráis en ambas películas.
Nos encontramos ante dos filmes que narran las acciones de samuráis en dos contextos totalmente distintos, pero con ciertas similitudes entre sí. En primera instancia, Los Siete Samuráis de Akira Kurosawa narra los acontecimientos de un humilde pueblo que vive atacado constantemente por un grupo de bandidos para robarles el alimento; al no poder más, reclutan a un grupo de samuráis para que puedan defenderlos, a cambio de lo único que pueden ofrecerles: alimento a base de arroz. Por el contrario, la película de Takeshi Miike, Los 13 Asesinos, nos muestra un complot político para asesinar a un sádico señor feudal que viola y mata sin rechistar, por lo que, por encargo del Ministro de Justicia, un samurái reunirá a otros once para poder orquestar una emboscada y asesinarlo.
Respecto a la primera película, empecemos por mencionar un punto bastante interesante: el punto de vista. La película nos muestra la alternancia entre el punto de vista de los humildes campesinos, sus sufrimientos, sus temores y la relación que mantienen con los demás en el pueblo; mientras no se deja de lado el punto de vista de los guerreros: su entrenamiento, el reclutamiento que realizan, su preparación. La película balancea ambos puntos de vista para que podamos tener un panorama amplio de las partes involucradas en el futuro enfrentamiento contra los bandidos. Mientras, en Los 13 Asesinos el punto de vista se mantiene en el mismo grupo: el grupo de la élite, de los samuráis.
La importancia aquí recae en el fuerte tinte político e histórico que enmarca la película: mientras en el filme de Kurosawa somos testigos de ambos grupos, en el de Miike solo vemos a uno, al de la élite guerrera. Y este es otro punto importante, si bien en ambos casos, la presencia del samurái es central, se presentan de diferentes formas. En Los Siete Samuráis, estos son en su mayoría humildes, no están al servicio de nadie, son casi todos ronin (samuráis sin amos) que se encuentran en la ciudad con otros que esperan poder brindar servicios a cambio de dinero. En Los 13 Asesinos, casi todos pertenecen a la élite guerrera, miembros de un dojo respetable, al fiel servicio de sus superiores.
Si bien ambas películas versan sobre el género épico, en cuanto a estilo hay vastas diferencias. En la película de Kurosawa, se percibe más el tema poético asociado a la guerra y a las reflexiones y conflictos de cada personaje, como en el caso de Rikichi (quien no quiere hablar de matrimonio por habérsele arrebatado a su esposa para volverla una concubina de los bandidos), Manzo (cuyas inseguridades ante la presencia de samuráis le hace cortar el cabello de su hija), y Kikuchiyo (cuya actitud desafiante, temeraria y arrogante sirve para ocultar su amargura por haber sido dejado a su suerte cuando atacaron su aldea cuando era un bebé).
La parte poética se ve reflejada en la composición realizada, que, a pesar de ser bastante tradicional, permite que el espectador pueda hacer analogías poéticas en la imagen, como el ver cuando uno de los samuráis entrena bajo la lluvia, o cuando el más joven de todos se da cuenta de que la chica a la que perseguía no era un varón en un campo de flores en el bosque y se aleja un poco de ella, cada uno a un lado del encuadre en un plano de conjunto.
En ambos casos, la composición ha servido para poder generar analogías que simbolizan ciertos aspectos, como la paz y tranquilidad del espíritu de un guerrero que se va a enfrentar a la muerte (en el primer ejemplo), o la separación de dos personas que, aunque hay tensión y un amor que florecerá, son de mundos totalmente distintos (en el segundo caso). Aquí, pues, se trata de establecer una relación de los personajes con el entorno, al mostrar espacios mayoritariamente abiertos más que interiores, apoyado en el uso de planos más abiertos.
Este no es el caso de la película de Miike, cuyos espacios, en buena parte de la película, se dan en los interiores, con una iluminación en clave baja, con sombras duras, acentuando el misterio y el secretismo de la conspiración política; asimismo, la fotografía y la composición no están necesariamente al servicio de la poesía, sino más bien al servicio de la acción general, especialmente cuando se trata de escenas de combate, sin mayor intención que la de establecer dinamismo y un ritmo más movido (utilizando planos más cerrados para ver el detalle de los movimientos, de la acción, de la sangre, de los daños causados), a diferencia de la película de Kurosawa, en donde el ritmo puede sentirse más lento, a fin de que podamos apreciar el sentir de los personajes y sus vivencias.
Lo que nos lleva al tema del tratamiento de la violencia, en donde se puede apreciar un claro contraste. En Los Siete, la violencia no ocupa un lugar predominante, ya que ese lugar lo ocupa la lucha constante que mantienen los pobladores para conseguir ayuda de parte de los samuráis, y de los samuráis para plantear un plan que implique estrategia y entrenamiento para los pobres campesinos; lo mismo para el tratamiento de los problemas y preocupaciones personales en cada grupo (un tratamiento más humano y menos violento de lo épico).
Las batallas no son muy espectaculares (en cuanto a coreografías o dramatismo), sino que están centradas más en la acción: como el grupo ataca a otro grupo, sin hacer énfasis en el modo en que el uno ataca al otro. Cuando se trata de peleas individuales, en ese caso, la tensión se hace notar mediante silencios prolongados, y una inacción que se hace esperar, para poder enfatizarla, como en el caso de la pelea entre Heihachi y su contrincante, en donde se aplica: se refuerza la concentración del samurái, la tensión del enfrentamiento cuerpo a cuerpo que culminará en la muerte de uno de los dos.
En el caso de Los 13, los enfrentamientos tienen una coreografía más elaborada, acciones que generan mayor dramatismo y planos más cercanos para poder observar el detalle de los movimientos. Los silencios poéticos y la composición pasan a un segundo plano para darle paso a lo espectacular, la acción, los movimientos, las coreografías, el combate sanguinario, como se da casi terminando el segundo acto: el grupo de samuráis se enfrenta al sequito del señor Naritsugu y se desencadena una feroz batalla entre todos. Aquí, la violencia se hace explícita, la sangre, los asesinatos; todo esto se puede observar desde el inicio, cuando vemos el nivel de sadismo de Naritsugu hacia todos a quienes considera sus “sirvientes”, o cuando se nos presenta a la chica desmembrada por este.
La música se vuelve un acompañamiento que refuerza lo épico, con música extradiegética. Mientras, en Los Siete, la violencia se muestra de forma mesurada (solo lo necesario, como cuando de una simple estocada, uno de los bandidos cae y muere; no se pone en detalle el golpe mortal o la herida en sí: se muestra solo lo necesario); la música no suele ser usada en demasía, como acompañamiento, ya que lo que se prefiere aquí es concentrarnos en lo que sucede en la puesta en escena, lo que ocurre en la historia, con excepción de ciertas escenas en donde, por transiciones o silencios, se acompaña el paso del tiempo o situaciones específicas como cuando le quitan el pergamino a Kikuchiyo (música un poco más alegre, divertida, para reforzar la fanfarria), contrario a lo que sucede en la batalla cuando, de hecho, la seriedad de la situación no amerita música, sino silencios que permiten concentrar la tensión y la lucha.
Las similitudes se pueden encontrar en lo trágico que ocurre con los samuráis en ambas películas. En Los Siete, a pesar de la evidente victoria que tuvieron y restablecer la paz para los campesinos, el grupo no siente que haya sido una victoria para ellos, al haber sufrido bajas en su número, y al ver que el amor entre el más joven de ellos y Shinzo no habrá de prosperar. Lo mismo ocurre en Los 13: todo el grupo es asesinado menos el sobrino de Shinzaemon, quien busca retirarse del camino de la espada tras el cumplimiento de su misión. En ambos casos, se hace alusión al trágico destino que depara el camino del guerrero. Otra similitud implica el uso de comedic relief de parte de uno de los personajes, como en el caso de Kikuchiyo y de Koyata, quienes no son samuráis de por sí, generan situaciones de comicidad y permiten relajar la tensión o el dramatismo que se da en ambas películas.


