El infinito andar de Mamma Roma

El segundo film de Pier Paolo Pasolini

El neorrealismo italiano es un movimiento artístico que surge luego de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. Planteó representar la realidad de la forma más fiel, mostrando sin remilgos su destrucción, miseria, y a sus seres más marginados. De esta forma se oponía a las grandes producciones del fascismo que perseguían intereses de propaganda por encima de algún objetivo estético o cultural.

Mamma Roma, es el segundo trabajo de Pier Paolo Pasolini. Se estrena en 1962 y aunque técnicamente no integra esta corriente (los teóricos refieren su fin a los mediados del cincuenta), el autor se basa en ella para construir un cine cada vez más propio.

La película cuenta la historia de Mamma Roma (Anna Magnani), una prostituta que intenta redirigir su vida a la búsqueda de una estabilidad moral y económica junto a su hijo adolescente. Para ello se muda a las afueras de la capital italiana, pero además muda de oficio para dedicarse ahora a la venta de frutas en un mercado popular. Las apariciones esporádicas del que fuera su proxeneta y el intento de enrumbar la vida de su hijo, serán los elementos que configuren la trama.    

Pasolini recurre al neorrealismo en numerosos aspectos que van desde la conformación de sus protagonistas: seres olvidados intentando sobrevivir a la realidad, hasta el uso de la técnica que da importancia a los exteriores por encima del trabajo en estudio. Suburbios, calles sucias, desoladas, son el ancho fondo donde sus personajes aparecen diminutos, aplastados por una ciudad que los domina y dirige.

Sin embargo, en la película, el autor integra a esta corriente elementos de un lenguaje personal, rico en símbolos y lecturas. Prioriza la belleza de sus tomas, aun en locaciones desfavorecidas. Rompe con la estricta fidelidad del neorrealismo no solamente para controlar lo anterior, sino también el ritmo total de la cinta, que parece configurarse en una suerte de actos sin rótulo, que suprimen los viajes y otros intermedios. Se vale de recursos como la cámara lenta y en determinadas escenas deja brotar una magia propia de la poesía.

Pasolini primero que guionista o director de cine, fue un dedicado al arte del verso. Sus oficios posteriores se ven inexorablemente nutridos de esa manera de mirar el mundo. En Mamma Roma la narración se va dibujando a través de metáforas y otros recursos estilísticos, tan bellos como reflexivos. Estas libertades son numerosas y sustentan, para el agrado del espectador, la construcción del film en sí mismo. Pero nos vamos a detener particularmente en un plano secuencia que tal vez haya conseguido agrupar la mayoría de cosas que quiso decir Pasolini en el film.

Dura un poco más de cuatro minutos y comprende lo que sería el último día de trabajo de Mama Roma como prostituta. Su ex proxeneta, Carmine, la ha visitado luego de dejarla en libertad para solicitarle un último favor económico. Mamma Roma quien ya vivía con su hijo, acepta la petición con la condición de que no vuelvan a verse. Ambas son escenas consecutivas. Este momento de preocupación en la casa de la protagonista oscurece para llevarnos a lo que sería un descampado donde ella y otras meretrices ofrecen sus servicios. El trabajo del director de fotografía, Tonino Delli Colli, es magnífico para dejar la oscuridad exactamente a la espalda de los personajes. Una oscuridad en particular devoradora, sólo acompañada de algunos faroles de los cuales sobreviven a la vista, únicamente, sus bombillas como unos copiosos ojos que lo vigilan todo. Mamma Roma se despide y empieza una larga caminata a la que acompañan, casi en postas, distintos personajes que entran y desaparecen en la noche, como en un artificio de estética semejante a la teatral.

Es en esta caminata que la protagonista se entrega al monólogo de su matrimonio con un servidor del fascismo, y cómo el fin de esta unión desemboca en su labor de prostituta. No hay tristeza. Por el contrario, la narración se elabora entre risas tanto de Roma como de sus furtivos acompañantes. Parecen felices. Y es natural, para el espectador, desconfiar de aquella alegría, primero por los escasos minutos del metraje transcurridos (apenas son los veinte iniciales) y además, por el sentido de orfandad que les provee el contexto, el paisaje rico de oscuridad y lejanía.  

Es importante esta escena para la historia porque nos anticipa al sufrimiento al que está destinada Mamma Roma. Cada fin en su vida, le ha significado a la vez una mejoría y un pago inevitable. El fin de su matrimonio le permitió alejarse de aquel tipo que aborrecía, pero a la vez la condujo a la prostitución y a la posterior separación de su hijo. La decisión de retirarse del oficio ahora nos hace suponer una tranquilidad aparente dedicada a su familia, pero nos obliga a sospechar también del dolor que sufrirá a cambio.  Ella, de igual modo, continúa caminando. La escena se corta en el momento que su rostro parece cruzar la cámara, definiendo así la personalidad y destino del personaje.

Pasolini se permite, además, una sutil crítica a la sociedad y al régimen anterior. En la historia que narra Mamma Roma, su esposo es un anciano millonario que forjó su fortuna por desarrollar proyectos urbanos al servicio del fascismo. Estos proyectos resultan inconclusos y olvidados. La protagonista asegura que a su esposo sólo le bastó una sola supervisión de Mussolini para ganar su confianza y no volverlo a ver. En breves líneas el director consigue retratar el olvido que sumió a la Italia del régimen y dejar algún alcance de sus creencias políticas. En paralelo los personajes que la acompañan son dibujados para representar los estratos de la sociedad de su época. El oficial que decide no escuchar más el relato, el conservador preocupado por la salvación cristiana y los jóvenes que temen perturbar con su escándalo a una moral que intenta dirigir el país. Todos oidores que se dejan absorber por la oscuridad sin haber participado, o siquiera preocupado realmente por el drama o la vida a la que han asistido.

En suma, la escena supera sus necesidades inmediatas para poder asimilarse también como un símbolo total de la vida, y de esa forma integrarnos todos a las múltiples reflexiones que su autor pudo pretender, o incluso a otras que solo surgirán en la mirada de cada uno. Existe la impresión que el camino de Mamma Roma es el camino que realizamos todos para intentar dejar atrás algunos hechos del pasado y con ellos, la culpa que nos suele perseguir. Tal vez los recuerdos, al igual que su esposo, sobrevivan y se nieguen a la muerte. Y sean también esa noche inmutable por la que siempre se camina acompañados solamente de breves luces, de pequeñas alegrías, que apenas nos miran, para luego, volvernos a ignorar.


 

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Rafael Ríos Cárdenas Aficionado al cine y a la literatura. Textos suyos han sido incluidos en las compilaciones: Breve Descripción de un Estallido y Edición Extraordinaria: Antología de la poesía en La Libertad.
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