
Felicidad bursátil
La Little Joe no tiene ataduras morales.
La felicidad solía ser un tema de la filosofía o de las ciencias sociales; pero ahora, en manos del marketing, parece ser solo otro producto on demand. Hace más de medio siglo, Aldous Huxley sentenció “La medicina ha avanzado tanto que ya nadie está sano”. ¿Podemos decir que ahora, entre tanto coach y gurú de la alegría, ya nadie es plenamente feliz?
Es difícil no sentirse atraído ante la idea de ser nuestros propios médicos; esa posibilidad que existía en las culturas ancestrales donde la guía para sanarse era la naturaleza y el trabajo ritualístico en comunidad. La readaptación de aquellas prácticas a la actualidad, es lo que proponen personas como Ricardo Ponce, quien te lleva a un retiro espiritual en donde atraviesas sesiones de caminatas, yoga, meditación, escucha colectiva y abrazos fraternales en grupo; todo en un resort de playa caribeña. Un lugar mágico para un momento mágico. Pero si tienes la mala suerte de ser sexualmente atractiva ante la visión energética de tu gurú, puede que seas violada o continuamente acosada. Pues al parecer, ni su tercer ojo se resiste a mirar con ganas, ni sus manos astrales pueden evitar tocarte aquí, en el plano físico. Mientras, en el plano digital de las redes sociales, se desata la ya muy necesaria discusión crítica contra estos falsos profetas que prometen el camino rápido al paraíso, la peligrosidad de confiar plenamente en ellos con temas tan delicados como la salud mental, y el riesgo inminente de dejar tu cuidado en manos de un oportunista wanna be yogi-psicoanalista.
La depresión y ansiedad bullida en el carácter de toda una generación son problemas complejos de los que los discursos reduccionistas se han sabido aprovechar. Hasta que, tarde o temprano, brota la pus de la herida taponada con curitas. Y ahora, con solo algunas gotas salpicadas en la cara, los empresarios de la felicidad se preguntan cómo optimizar su producto. Ya no por medio de humanos pues son torpes, se dejan llevar por sus deseos e instintos que lo arruinan todo. Los robots, la inteligencia artificial o las redes sociales ya son demasiado evidentes; hay miles de películas, libros y obras en general en torno a ello. ¿Qué podría estar quedando? ¿Qué podría funcionar de una manera tan imperceptible, tan soft?
Esa es pues la “Little Joe”.
La última entrega de la aún vital cineasta recurrente en el festival de Venecia y Cannes, Jessica Hausner, se estrenó en el 2019 y ahora se ve como un presagio tan escalofriante como preciso. Algunos puntos difíciles de no reconocer como reflejo del momento actual son: la peligrosidad del esparcimiento de un virus que señala una potencial pandemia, el manejo irresponsable de la medicina con fines primordialmente lucrativos, la apatía extrema de los sujetos que se manifiesta en la imposibilidad de comprender el dolor ajeno, y, sobre todo, la mercantilización de la felicidad.
Acotación: Si todavía no lo has hecho, mira la película. Luego, vuelve aquí.
Comenzamos.
Naturaleza - Humana
¿Qué tan cerca estamos de ser una planta?
La Little Joe no tiene ataduras morales. En principio, le suprimieron la función natural de reproducirse para fines meramente prácticos y productivos: mayor olor. Y sin embargo, la planta encuentra la forma de asegurar su supervivencia convirtiendo a las personas que inhalan sus feromonas en sus servidores. Los humanos biólogos se dan cuenta de la perversidad de esto - primero Kerry Foxcomo Bella, y luego Emily Beecham como Alice - pero aún así preocupados, son incapaces de ver en ello el reflejo de sus propias acciones. Entonces, la alerta de amenaza tiene doble filo, y en el extremo menos visible se encuentra el mecanismo adecuado para salvaguardarse en la otra orilla y decir “Ahí está lo malo” “Ahí está la amenaza”. Dado que ellos - los biólogos/científicos - identificaron el “mal”, ahora están en el papel de amenazados, ahora son las víctimas, pero no, jamás, de sus propias acciones.
De hecho, el primero en alarmarse por los posibles efectos nocivos de la planta es el jefe, quien muestra una aparente preocupación profunda por los procedimientos que han seguido los encargados del proyecto Little Joe. Luego se puede notar que no era la fraudulencia de los métodos irresponsables lo que le molestaba, sino el efecto directo que causaba en sus propias plantas, entonces vecinas agonizantes de la Little Joe; era pues una preocupación personal que se exterioriza como una empatía maquillada por el bien común. Al jefe le dejaron de preocupar los métodos peligrosos cuando el proyecto despierta sus primeros indicadores de éxito, allá por el tramo final del film.
Parece ser que quien sí tenía una preocupación sincera por el bienestar y la salubridad, era Bella. Al final lo pagó caro. La lógica bajo la que funcionan las aristas de su personaje viene a ser determinantes para entender a los demás de este universo fílmico.
Bella es mucho mayor que todos sus compañeros, y aunque buena trabajadora, ya es desechable; pues es el arquetipo contrario ante una Alice llena de aspiraciones por comerse al mundo con el inminente éxito de su proyecto “Little Joe”. No por nada Husner, la directora, hace especial énfasis en el trato cuidadoso que tiene Bella con Bello, su perro. Recordemos las escenas iniciales donde Bella extiende una toalla blanca para que su compañero de cuatro patas no sienta el frío del piso mientras espera afuera del laboratorio. Del otro lado está Alice, una madre “workaholic” - como la proscribe su terapeuta - y que progresivamente ve mellada la relación con su hijo. Aun así, Alice tiene muy en claro el camino hacia el éxito: arriesgarse, romper un poco las reglas, sacrificar algunas relaciones, tratar a los compañeros de trabajo como cómplices, equivocarse y confesar sus “trucos” solo cuando ya no hay salida; todo esto cuando aún no ha inhalado la planta. Alice tiene un evidente carácter misantrópico con sus colegas que sirve de punto de referencia, de límite dentro de lo humanamente posible como ser apático moderado. Muestra de la moderación de tal carácter, es cuando Alice intenta boicotear el proyecto; es razonable una reacción así por parte de ella al ver los límites sobrepasados. Sin embargo, la película no deja cien por ciento claro quienes sí o no o en qué momento ya están bajo los efectos de la planta. Diferenciación aún más difícil con este tipo de personajes. Pero, en el caso de Alice está clara la distancia entre alguien con poca empatía y alguien sin ninguna sino falsa o mecánica, gracias a la planta.
En el laboratorio, cuando Bella comenta sin tapujos, pero con reciente dolor, que se vio obligada a aplicar la eutanasia a su ya incontrolable amigo, nadie es capaz de confortarla en lo más mínimo o de mostrar un ápice de intriga por lo sucedido, como sí de pasarlo por alto tan naturalmente. Escena cumbre de esta lógica laboral es cuando Bella encuentra la pelota de su difunto compañero, mientras regaba las plantas, y rompe en llanto en medio de sus colegas, quienes continúan con su trabajo sin inmutarse emocionalmente más que con la manifestación de su incomodidad. El dolor, junto con otros sentimientos complejos, son rechazados; ira, misterio, amor, miedo, nos hacen inseguros, incómodos, detienen la producción: como con Bella que ahora, por el recuerdo de su pérdida, no puede continuar con su labor. Entonces, Bella no es desechable por vieja, sino por vulnerable, por hacer reclamos exponiendo su preocupación interna, por todavía ser muy humana. Este personaje llega a cumplir la representación de esa moral y sensibilidad encarnada en una persona que, o ya está por desaparecer (edad), o solo es una en un millón que la rechaza.
El compromiso, que antes era impulsado por las aspiraciones de una visión del futuro, es reemplazado por los indicadores de éxito; como con el premio que recibe Little Joe y que es motivo de celebración con champaña, luego de una breve mención con segundos - no minutos, pues no hay tiempo que perder - de silencio por la muerte de Bella. Como ya se dijo, el dolor no produce, entonces se banaliza para invalidarlo. Este brindis sucede cuando Alice ya no interfiere más en el proceso pues ha inhalado involuntariamente la felicidad de la planta, y ya no tiene ataduras morales, visión crítica, sentimientos encontrados entre la alegría del éxito laboral y la pérdida repentina de una compañera de trabajo en tales condiciones; ya no más, ahora ha sido despojada de toda complejidad subjetiva. Tranquilamente, Alice podría iniciar una carrera como coach. “¡Si tu quieres, lo puedes lograr!”. “Intenta y sigue intentando”. “Deja de ver lo malo cuando puedes ver el mejor ángulo de la vida” e invalidación de la complejidad, tras invalidación de la complejidad.
Empatía Bonita
Es importante señalar que en esta película no hay un espacio digital contemporáneo que se lleve consigo la sociabilidad de los sujetos - como podrían ser el celular o las redes sociales - sino que ellos mismos ya funcionan bajo una dinámica cargada de desconfianza, manipulación y ensimismamiento. Junto a esto, Hussner logra plantear un giro interesante donde ahora la finalidad ya no es el éxito personal, sino el éxito de la expansión de la planta, sin perder el carácter realista del contexto que la abraza, y permitiéndose hilar los sucesos que encauzan la narrativa de esta ficción. Historia que nos presenta a un sujeto ya despersonalizado. Despojado, gracias a las feromonas de Little Joe, de todo sentimiento profundo y complejo; entonces, ahora puede cargar con producir siempre, pues es probablemente la única característica humana que le queda. Y quien continúe oponiéndose al triunfo de la planta será reprimido con una empatía bonita. Solo en casos extremos se he de llegar a la violencia física. Una empatía que no acompaña en el dolor, sino que se acerca con una simpática sonrisa. Rememoremos la pelea - filmada de una manera un poco sosa - entre Joe, el hijo que ya está bajo los efectos de la planta, y Alice, su madre todavía preocupada; cómo la científica yace en el suelo mientras se percata de la sangre que le baja de la nariz, cuando aparece la amiga de Joe - también bajo los efectos - con una sonrisa helada a ofrecerle ayuda. Escalofriante, fría, una auténtica sonrisa de esquina a esquina tallada con cocaína, como dirían Kanaku y el Tigre.
Ya que esta empatía flota en la superficie, puede ser maquillada sin el temor a que su escaso peso la hunda en las profundidades y se lleve su simpática pintura. La herramienta de resistencia que propone Deleuze es ahora re-territorializada; de una fuerza disidente a un instrumento más de producción del capitalismo absoluto. Y claro, si todo el tiempo se está feliz, queda imposibilitada la existencia de una empatía sincera, pues esta radica en la medida en que podemos dejar nuestra cómoda felicidad de lado para atender el dolor ajeno, que entonces sería un dolor compartido.
Fuera de Campo
La musicalización es un aporte fundamental sin el cual muchas escenas perderían fuerza. A pesar de que en algunas ocasiones Hussner utilice el sonido a favor del mero susto, la música parece aportar ese nivel de abstracción, experimentación y extrañeza que la película quiere alcanzar pero que, es consciente, no conseguirá con una historia bastante lineal y libre de gore. Cuando se explica el recorrido de las feromonas de la planta hacia el cerebro - con un libro ilustrativo que llega a ocupar todo el encuadre de la pantalla - es que realmente se manifiesta la intención por desterrar todo aspecto incomprensible; convirtiendo al film en un impecable laboratorio, una sala de espera en una clínica (bastante) cara.
De los movimientos de cámara más notorios y frecuentes están lostraveling in que terminan sacando a los personajes - encuadrados en un inicio en un two shot convencional - del campo visual. Quizá este mecanismo refuerce la idea de lo que no vemos de la interacción entre dos o más personas, o del propio mundo interno que los abarca, o de sus encubiertas intenciones. No lo podemos ver, ni siquiera con el tan versátil cine. El cronista Juan Manuel Robles decía que además de la desigualdad de oportunidades, las argollas y los problemas estructurales, hay algo más de lo que los coaches nunca te hablan: de tus derechos. Y es que ese es su fuera de campo: lo que para hacer valer, debes de reclamar.
¿Qué más se está quedando fuera? No podemos ver con exactitud el grado de cientificismo que tienen los avances tecnológicos tan laureados por los medios; cada vez es más imperceptible la diferencia, si es que todavía alguna hay, entre el lenguaje del marketing y el del periodismo; muchos de los nuestros no podrán dar cuenta de la narrativa ideológica sobre cómo funciona el mundo que plantean estos gurús perpetuadores del mito de la meritocracia. Pero, aún así, algunxs todavía mantendremos nuestra rabia hasta después de las sesiones de yoga, cuidaremos nuestra empatía incluso mientras la combi asesina nos lleva al trabajo como si no hubiera un mañana; y, estos algunxs, todavía podremos buscar grietas donde pelear, donde generar potencia. La pasividad no es una opción frente al happiness business.
Notas:
denunciaaricardoponce [Me Too Ricardo Ponce]. (2021, 29 mayo). Recolección de testimonios de violación y acoso sexual [Página de Instagram]. Denuncia a Ricardo Ponce. https://www.instagram.com/denunciaaricardoponce/?hl=es
Infobae. (2021, 30 mayo). Quién es Ricardo Ponce: el experto en “liberación emocional” acusado de abuso sexual por la youtuber Marie Wink. infobae. https://www.infobae.com/america/mexico/2021/05/30/quien-es-ricardo-ponce-el-experto-en-liberacion-emocional-acusado-de-abuso-sexual-por-la-youtuber-marie-wink/
Pacheco, A. [Alberto Pacheco Benites]. (2021, 8 abril). Una dimensión precarizada y contra-empática de la subjetividad neoliberal-digital (Charla # 1) [Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=Q3Lf-cPG8eM
Robles, J. M. (2021, 7 mayo). Ludópatas. Hildebrandt en sus trece, No 538.


