Las mujeres de Scorsese

Desde sus inicios, Scorsese ha explorado y desarrollado roles femeninos complejos y fundamentales

A pesar de ello, es criticado por la falta de mujeres protagonistas en sus películas. Desde Taxi Driver hasta Killers of the flowers moon, ha sabido enfrentar este tipo de acusaciones.

 A lo largo de los años, al cine de Martin Scorsese se le ha acusado de machista y de carecer de protagonistas femeninas. Y, también, a lo largo de los años, Scorsese ha tenido que responder incansablemente a este tipo de afirmaciones. En el 2019, la productora de The Irishman (2019) Emma Tillinger Koskoff defendía la reputación fílmica de Scorsese.

No es para menos. En un mundo actualizado, con las banderas del feminismo reivindicando a las mujeres, o los temas de género rompiendo tabúes respecto a la sexualidad, incluso en el contenido artístico se merece una visibilidad a las poblaciones ­­―por años― marginadas. No porque sea una inclusión forzada ni otro argumento que los conservadores dan para evitar salir de su burbuja, sino porque las minorías forman parte de una realidad que no es retratada, y merecen un protagonismo lógico y argumental para salir de esa especie de anonimato al que, indirectamente, fueron obligados. Sin embargo, al defender algo justo no podemos acusar, sin mucho análisis crítico, a otros. Y esto ha sucedido con Scorsese.

Muchos recordarán Taxi driver (1976), especialmente la escena del tiroteo. Es cierto que el protagonista pasó por un arco psicológico crítico a partir de una ruptura que le dio, junto a otros factores, su evolución como personaje; y que la escena del tiroteo sucedería en cualquier circunstancia. Sin embargo, fue la aparición de Iris, una niña prostituta de doce años, lo que desencadenó ese hecho. No antes, no después. Fue el motivo. Podemos decir que el desarrollo del personaje interpretado por De Niro se da, en realidad, por dos descontentos ―de diferentes tipos― en los que las mujeres tuvieron un rol determinante.

 Algo similar sucedería décadas más tarde con su película The aviator (2004). El filme cuenta la historia de Howard Hughes, un productor y director de cine e inversor en aviones. Él tiene un romance con la actriz Katharine Hepburn, quien le ayuda a controlar su TOC y la fobia a los gérmenes. Tras la ruptura, vive un amorío desenfrenado con la también actriz Ava Gardner. Es curioso cómo la presencia de ambas regula, muy tranquilamente, la mayor parte de obsesiones que tiene Hughes a lo largo de la película, y recurre a ellas como una motivación casi dependiente que le da fuerzas para enfrentarse, incluso, al Senado.

Anna Paquin como Peggy Sheeran en The Irishman (2019), con un rol discreto y aun así firme, representa el rechazo hacia el trabajo de sicario ―o pintor de casas, como se menciona en el filme― que tiene su padre Frank Sheeran. De hecho, por esta producción, Scorsese fue criticado por el poco diálogo que tuvieron las mujeres. Sin embargo, el silencio de Peggy simboliza la voz de la conciencia y la tortura en la vejez por las acciones cometidas. Aunque Frank nunca lo admite, es perseguido por esta condena muda durante todo el filme.

Sin embargo, hay otros casos más resaltantes donde las mujeres no son segundas sino protagonistas o, en su defecto, co-protagonistas. El más reciente es el de Lily Gladstone como Mollie Burkhart en Killers of the flowers moon (2023). Muchos cuestionaron su nominación al Oscar por Mejor actriz diciendo que no fue importante. Fue su rol el que determinó el transcurso y ritmo de la historia. Sobre ella recae los males de los osages. Ella termina representando como personaje a su comunidad. Su importancia en el filme no solo radica por su tiempo en pantalla, sino por el peso argumental que tiene. En Alice doesn’t live here anymore (1974), Ellen Burstyn protagoniza a una mujer divorciada cuyo esposo muere y tiene que mantener a su hijo libertino. En su tiempo, de hecho, la película fue defendida porque mostraba las penurias de una mujer viuda que intenta continuar con su vida sentimental, a la par que lidia con las acciones y afectos de su hijo. No hay mucho que explicar, en este caso, respecto a su desarrollo de personaje.

En Hugo (2011), es Isabelle quien acompaña a Hugo Cabret en las aventuras para ayudar a armar el autómata que el padre de este le deja antes de morir en la explosión del museo. Es ella la que, a su costado, le da valor suficiente para enfrentarse a dificultades y situaciones que poco a poco le brindan seguridad; ella alimenta esta llamarada filial que Hugo desea descifrar. Esa niña, con la que no existe vínculo romántico alguno, más que un soporte, es su compañera imprescindible. Un Pepe Grillo a la francesa. En Hugo, a pesar de ser una película con personajes infantiles, el rol de Isabelle tiene el mismo peso, e incluso mayor, que en las anteriores películas de Scorsese.

Las mujeres en las películas de Scorsese, muchas veces, han destacado más que sus protagonistas masculinos. Como ejemplo se tienen los reconocimientos: Cate Blanchett y Ellen Burstyn ganando el Oscar por Mejor actriz de reparto y Mejor actriz, respectivamente; Lily Gladstone y Sharon Stone recibiendo nominaciones por Mejor actriz en la misma premiación; Margot Robbie ganando el Empire Award por Mejor Revelación Femenina; y otras más.

Algunos dirán que son ejemplos donde las mujeres tienen roles de acompañantes, personajes secundarios que solo apoyan el desarrollo de los hombres, o que simplemente no lograron destacar de una forma reivindicativa. En realidad, se convierten en un reflejo fresco y veraz de la sociedad. Las mujeres en las películas de Scorsese ―Jodie Foster como Iris, Cate Blanchett como Katharine Hepburn, Anna Paquin como Peggy Sheeran, Lily Gladstone como Mollie Burkhart y Ellen Burstyn como Alice Hyatt― son víctimas de un sistema patriarcal que afecta su desempeño en la película, a raíz de los estereotipos de género existentes entonces y ahora. No son sumisas ni mucho menos calladas sino se enfrentan, con sus herramientas y de acuerdo al contexto sociocultural de la trama, al carácter excéntrico de los protagonistas masculinos.

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Eduardo Orellana Estudiante de la Universidad Señor de Sipán. Escribo poesía y narrativa, y a veces guiones cinematográficos. Por ello, más que un escritor, me considero un contador de historias.
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