
Solo de luz: las imágenes que nos rodean
El cortometraje de Fabiola Altamirano nos invita a pensar en las figuras que vemos y las imágenes que grabamos
Las imágenes, de manera continua y constante, nos acompañan durante nuestro día a día. No hablamos solamente de aquellas que vemos en nuestras pantallas, sino también de la multitud de figuras que yacen a nuestro alrededor. Espacios, animales, objetos, personas, son solo algunos de los estímulos visuales que nos rodean, y a los cuales nos hemos acostumbrado. Estamos en permanente contacto con estas imágenes; pero ¿realmente les prestamos la debida atención? ¿Cuáles de ellas recordamos, y permanecen en nuestra memoria? Solo de luz, un cortometraje de no ficción dirigido por Fabiola Altamirano, que formó parte de la sección de competencia del Encuentro Corriente, nos invita a pensar en estos elementos efímeros que nos rodean, a tener un momento de introspección sobre aquellas cosas que vemos y cuestionarnos cuál es nuestra relación con las imágenes.
Solo de luz trae a primera fila las imágenes que coexisten en nuestro día a día, pero cuya presencia no necesariamente nos inmuta. Las razones para dejarlas de lado varían para cada uno de nosotros: desde causas inocentes como la falta de curiosidad; hasta nocivas, como la presión de estar constantemente contra el reloj, impidiendo detenernos a mirar las pequeñas cosas, por decir unos ejemplos. Como bien dice la película: vemos todo lo que miramos, pero no siempre miramos todo lo que vemos. Sin embargo, ésta es solo una mitad de la gran lectura por la que nos lleva la directora. Veamos el comienzo del cortometraje. Una larga imagen enteramente en negro, que luego nos lleva a una imagen en blanco, asemejando a un abrir de ojos. Momentos después, descubrimos la verdadera identidad de esa figura: una grabación casera del sol o de la luna. Nuestra relación con las imágenes no es únicamente la de un espectador pasivo: no solo las vemos, sino que también las registramos.
“Intento atrapar los momentos en imágenes, como excusa para acercarme a ellas”, dice el corto en otro momento. ¿Cuáles son las imágenes que grabamos, y cómo se comparan con las que recordamos? Al avanzar el tiempo, crecemos como personas, nuestra experiencia audiovisual se enriquece, y las nuevas tecnologías nos brindan mayores oportunidades de creación. Sin embargo, con el paso del tiempo también podemos ir dejando de lado aquellos elementos que, inconscientemente, nos fascinaban. Hay cierto encanto dentro de la perspectiva inocente que tenemos de pequeños, donde estas figuras nos suscitaban curiosidad y sorpresa, pero lamentablemente tendemos a dejarlas atrás. Damos estas imágenes por sentado, sin pensar en su relevancia. Nos empecinamos en buscar nuevas cosas, minimizando aquellas que ya nos acompañan.
Y es por ese motivo que el contraste de imágenes que habitan Solo de luz resulta muy interesante. Tenemos dos grandes grupos: aquellas imágenes realizadas en 8mm, que vagamente las categorizaré como “antiguas”; e imágenes “actuales”, con mayor amplitud en su calidad y formato. Las tomas antiguas tienen este carácter errático, propia de una grabación casera, que registra imágenes que le llenan de fascinación a la pequeña persona que tiene la cámara entre sus manos. La luna, árboles, llamas, sus propias mascotas. Todo vale. Las tomas actuales buscar ser similares a las anteriores, pero el sello de la experiencia marca estas nuevas grabaciones: la mirada adulta y la formación audiovisual hacen acto de presencia.
Entonces, Solo de luz se convierte en un intento por registrar nuevamente aquellas imágenes que nos suscitaban fascinación, pero enriquecidas por la técnica que vamos desarrollando con los años y con la consolidación de nuestra madurez, sensibilidad y perspectiva del mundo. Planos como el cangrejito que está caminando, o la oruga que sale de su caparazón, son grandes ejemplos de ello: pequeños momentos de la naturaleza que son una maravilla para nuestro yo de la niñez, pero registrados de tal manera en la que se refleja experiencia con la cámara. Imágenes compuestas y encuadradas con los conocimientos que fuimos adquiriendo. También lo podemos comparar con aquellos planos que son similares en ambos formatos: el contrapicado hacia las copas de los árboles, o el paneo hacia los caminos que hay en las montañas.
Estamos ante una perspectiva particular sobre la maduración creativa: el desarrollo de nuestra mirada personal y la consolidación de nuestro sello característico nace al combinar los elementos que nos fascinan a un nivel personal e íntimo, la capacidad de apropiarnos de ellos gracias a las tecnologías a nuestro alcance, y los conocimientos adquiridos con la experiencia. A lo largo de este largo camino vamos creando las imágenes con las que realmente queremos relacionarnos. Es una búsqueda profunda, que muchos estamos realizando en este momento. Es normal que nos sintamos sin rumbo, o los estándares a los cuales nos relacionamos sesguen y cieguen nuestra mirada. Pero, cuando eso ocurre, siempre es positivo dar un paso hacia atrás, y encontrar nuevamente aquellas cosas que nos mueven. A ese anhelo puro.


