
Teatro de Guerra: el cine y la memoria
El documental de Lola Arias reúne a veteranos argentinos y británicos de la Guerra de las Malvinas para compartir sus memorias de guerra
A lo largo de nuestras vidas vivimos experiencias que resultan ser importantes para nosotros: personas, decisiones, traumas, sucesos, son algunas de las piezas que pueden forjar quién somos, y su impacto trascender el paso del tiempo. Nuestra memoria tiene un rol importante al momento de determinar, de manera consciente o inconsciente, qué cosas son las que recordamos, y cómo las recordamos. Esto genera una versión de la “verdad” de aquellos eventos significativos, en los que los fragmentos categorizados como importantes son los que narran nuestro punto de vista personal de la historia. Sin embargo, esa no es toda la historia. En esos grandes sucesos existen otros elementos dejados de lado: hay memorias olvidadas, inconclusas, tergiversadas, reprimidas; algunas no han tenido la posibilidad de ser expuestas, y otras no han podido ser confrontadas ni contrastadas. El cine tiene la posibilidad de convertirse en una herramienta que fomenta el diálogo sobre la memoria, su historia, su pasado y sus diversos puntos de vista mediante una variedad de recursos audiovisuales. Esa es la riqueza de esas piezas artísticas, y es por eso que películas como Teatro de Guerra, una película del 2018 dirigida por Lola Arias, tiene tanta potencia.
Teatro de Guerra recuerda la Guerra de las Malvinas, un conflicto bélico ocurrido en 1982 entre Argentina y el Reino Unido en el cual el gobierno militar argentino, fallidamente, buscó recuperar la posesión de las islas Malvinas, ocupadas hace más de un siglo por el Reino Unido. Más de tres décadas después del suceso, Teatro de Guerra nos invita a un encuentro entre participantes de esta guerra. Tres veteranos del bando argentino y tres del bando británico fueron seleccionados por la directora para formar parte de un proceso en el cual reconstruirán sus memorias de guerra y serán invitados a contrastar sus miradas con las de aquellos que alguna vez fueron sus enemigos. Desde las primeras interacciones entre ellos, cuando están frente a frente intentando encontrar un punto medio entre el español y el inglés para poder mantener una conversación, somos testigos no solamente de los recuerdos marcados que cada uno tiene sobre la guerra, sino que los veteranos de ambos bandos tienen su propia carga de heridas (mentales y físicas) de la guerra. Ninguno de los seis protagonistas sigue siendo parte del ejército, pero esos meses de guerra los marcaron toda la vida y, en el documental, sale a flote.
Películas como Teatro de Guerra desean construir espacios en los cuales sus participantes se pueden desenvolver con soltura. En este caso particular, la directora opta por crear diversas dinámicas que oscilan entre el campo audiovisual y escénico, para invitar a sus protagonistas a performar diversas situaciones o escenas, con el objetivo final de realizar con ellos un proyecto artístico (que terminaría generando, entre otras cosas, esta película y la obra de teatro Campo Minado). Las situaciones en las que participan son variadas: en un momento el grupo se convierte en una pequeña banda de rock, y en otra ocasión uno de los personajes recuerda su paso por la guerra utilizando figuras en una maqueta. Las puestas en escena toman protagonismo a lo largo de la película, donde podemos ver actuaciones y reinterpretaciones de eventos significativos para ellos (como el que ocurre al comienzo de la película), así como la elaboración de monólogos, como el que ocurre en la piscina, en el cual uno de los protagonistas cuenta los fuertes traumas que la guerra le causó. Los recuerdos tienen una importancia indudable a lo largo de toda la película, y esa sensibilidad dota a la película de bastante riqueza, tanto humana como plástica.
Sin embargo, la película no se enfoca solamente en las interacciones entre los seis veteranos, sino que también los confronta con personas ajenas a ellos. Una sección de la película se realiza dentro de un colegio, en el cual nuestros protagonistas entablan conversación con niños y niñas acerca de lo sucedido. Es interesante este intercambio, no solamente por el valor agregado que trae consigo este traspaso generacional, sino porque trae a colación una pregunta importante: al compartir estas experiencias tan personales con otras personas, ¿qué podemos aprender del otro y de nosotros? Todo el proceso de Teatro de Guerra es sobre la reconstrucción y aceptación de esta memoria particular, y el intercambio de memorias con otras personas. Por tal motivo, la última sección del filme se convierte en el momento más significativo: los seis protagonistas deben transmitir su esencia y sus recuerdos a una generación joven de actores, quienes los representarán en una escena, convirtiéndose en sus alter egos. Cuando los veteranos se sientan en el pasto y se ven representados por estos actores jóvenes, quiero creer que cada uno de ellos pudo aceptar y entrar en paz con su propio proceso y sus propias memorias; y, poder verse a ellos mismos interpretados por estos jóvenes, ver una proyección de quienes ellos fueron hace más de tres décadas, permite darle un cierre a este viaje.
Teatro de Guerra nos introduce a seis personas, cada una con sus propios recuerdos y memoria, y nos demuestra cómo cada uno de esos fragmentos puede complementarse con las miradas del otro. Al presentar un espacio en el cual los protagonistas podían desenvolverse, y al plantearles diversas situaciones para que realicen, se dio fruto a una experiencia enriquecedora, en la cual no solamente se les permitió ver la historia con otros puntos de vista, sino que también varios de ellos pudieron entrar en paz con situaciones críticas que la guerra había generado en ellos. Películas como Teatro de Guerra nos dan la posibilidad, seamos espectadores o realizadores, de poder acercarnos a estas historias, a reconstruir estas memorias ajenas o personales, y a conversar de elementos muy íntimos que a veces necesitan estos espacios para que puedan salir a la luz.


