Experiencia: 3 Días en Cannes (Parte uno)

Bitácora del camino y la llegada. Guía para lx aventurerx.

“(…) votre demande de participation a été présélectionnée !” destacaba en negrita en el mail que me acababa de llegar. Tragué saliva y levanté la mirada llena de pánico buscando consuelo en algunx de lxs otrxs estudiantes que también se encontraban en la biblioteca de odontología para que pudieran coincidir conmigo que aunque nuestro francés no es el mejor, entendían que significaba lo que todxs creíamos que significaba. Nadie levantó la mirada. Tal vez no hablaban francés. Con los ojos enormes del susto de que definitivamente significaba lo que parecía, volví a ver la pantalla del iPad y a releer el mail. Fue con la ayuda de un traductor en línea cuando ya no me quedó ninguna duda de que me habían preseleccionado.

“Pa, pasó algo” fue lo primero que le dije a mi papá esa noche. No le había contado a nadie porque, así como con muchas otras convocatorias a las que había postulado, pensé que me dirían que no. Una vez que conté con la ayuda económica de mis padres para posiblemente comprar un pasaje a Europa me dediqué a llenar el formulario que me pedían sobre transporte y hospedaje. 5 días después me llegó el mail de confirmación, esta vez en inglés y con letras mayúsculas, “SU SOLICITUD HA SIDO ACEPTADA”.

“3 Días en Cannes” es un programa del Festival de Cannes en el que jóvenes cinéfilxs del mundo entre 18 y 28 años tienen la oportunidad de participar de las proyecciones de la Selección Oficial, además de tener acceso al Palais des Festivals. Su primera edición fue en 2018 y recibió a más de 1700 apasionadxs del cine. En 2019 fuimos más de 2800. Este 2020 hubiera tenido lugar su tercer encuentro.

Aplicar es sencillo ya que la solicitud se hace a través la página web del festival en donde lo único que hay que presentar es una fotografía, un documento de identidad y una carta de motivación. También se debe elegir un periodo pues se abren dos sesiones, 3 días al inicio del festival y 3 días al final. Luego, si se pasa la preselección, el formulario de transporte y hospedaje no pide ni pasajes ni reservas de hotel confirmados, sino solamente detallar cómo se piensa resolver ambos. Y listo, 5 días después llegan las mayúsculas. Y la ansiedad.

Comprar pasajes de avión a París, buscar los precios más bajos, comprar pasajes de tren a Cannes, buscar los precios más más bajos, revisar las fechas mil veces porque me parece que las ingresé mal, ¿necesito visa para Europa?, conseguir alojamiento por Couchsurfing, comprar un seguro de viaje, sobrevivir al síndrome del impostor, volver a revisar las fechas, preparar mi maleta, no tengo ropa formal, prestarse ropa, ¿es obligatorio usar tacones?, convencer a los anfitriones, ver dónde cambiar euros, espero no olvidarme de nada, espero que las fechas estén bien...

Llegué a Cannes al mediodía y lo primero que noté fue su clima. Me había resfriado antes de viajar y encontré a París un poco más fría de lo que mi ropa podía abrigarme. Pero apenas se abrieron las puertas de la pequeña estación de tren, sentí la brisa cálida de un sol que sí combinaba con mis camisas. Fue como un abrazo y me sentí un poco más tranquila.

Tenía todas mis cosas encima ya que el lugar que conseguí para quedarme era en Antibes, una pequeña localidad a 10 minutos de tren de Cannes. Sin embargo, el plan maestro era retirar mi acreditación primero, recorrer la ciudad –pues los siguientes tres días estaría ocupada en el festival– y después ir a donde mis anfitriones. Esperé un rato a que se desocupara un casillero en la estación pero al no tener suerte decidí que cargaría mis dos mochilas durante todo el día. En un ida y vuelta en el que caminé una cuadra, entré a un pequeño hotel a preguntar no recuerdo qué y en el que, por cierto, el recepcionista se portó maravillosamente al regalarme un mapa y una explicación de todo lo que debía hacer en la ciudad, volví a la estación a ver si había un casillero libre porque la mochila grande me pesaba bastante. Todavía estaba todo lleno.

Cuando me dispuse a volver al pequeño hotel, puesto que había quedado con el recepcionista que si no encontraba espacio podía dejar mis cosas con él, inicié una conversación, mejor dicho, me iniciaron una, con un hombre que había logrado guardar su maleta después de esperar por mucho tiempo y que refunfuñaba acerca del mal trato de los encargados. “¿Y hacia dónde te diriges? ¡Al festival! Yo también voy para allá, vamos juntos y te muestro el camino, es muy sencillo, todo está muy cerca, ¿presentas en el festival? Te vas a divertir mucho. Yo soy de Italia y dirijo documentales, justo ahora tengo una reunión en el Palais…”. Fulminada por esa calidez italiana tan encantadora no pude decirle que había quedado en dejar mis cosas en el hotelcito ya que no quería romper la pequeña aventura que se me había regalado. Al pasar frente a él, le dediqué una larga mirada de pena, dolor de espalda y despedida.

Cuando llegamos al Boulevard de la Croisette, mi escolta fue directo a hablar con una de las encargadas y le dijo que por favor me ayude con todo lo que necesite. Creo que por un segundo me enamoré de él. De todas formas, lo nuestro no duró mucho pues me dejó por una reunión a la que ya llegaba un poco tarde. “No puedes entrar con las mochilas” me dijo la encargada, pero antes de ajustar mis dientes con fuerza y sentir que vidrios se rompían en mi cabeza me dijo –y este es el mejor tip para futurxs viajerxs– que el festival tiene un servicio gratuito de encargo de mochilas y equipaje. Así que fui y dejé mis cosas en ese pedazo de salvación divina y volví al Palais a retirar mi acreditación, con la cual me dieron una bolsita llena de material del festival. Cuando salí me senté en la acera a descansar del peso, del calor, del resfrío y de la eterna preocupación de haber ingresado mal algún dato o fecha. No obstante, ya tenía mi acreditación, ya estaba dentro. Y es allí, sentada en el piso frente a uno de los eventos más glamorosos del mundo, donde tomé mi primera fotografía de Cannes.

Cannes es un poema. Durante el resto de ese primer día me escabullí en sus calles, miradores y puertos y me perdí en la belleza de sus versos…y sus besos, porque Cannes es como un poema pero también como un beso en la boca. La caricia final fue ver salir a Xavier Dolan y al elenco de “Matthias & Maxime” del estreno de su película en el Grand Théâtre Lumière, posar para las fotos en la alfombra roja, bajar las escaleras y desaparecer entre fotógrafos, periodistas y autos lujosos. Por unos minutos, en el mundo sólo fuimos Xavier y yo. Mi segundo romance en Cannes terminó por la distancia pues eran varios metros los que nos separaban. Me hubiera gustado lanzar un beso volado al aire y desaparecer, trágica, en el tumulto de gente que me rodeaba, tal vez con una lágrima en la mejilla y una media sonrisa. Pero ya se hacía tarde para ir a casa, así que recogí mis mochilas y desaparecí en una estación de tren.

 

Lee la segunda parte en https://www.cortosdevista.pe/prensa/experiencia-3-dias-en-cannes-parte-dos

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Sharon Olazaval Actriz peruano-ecuatoriana formada en el Laboratorio de Teatro Malayerba en Quito, Ecuador. Estudiante de cine en la Universidad Nacional de Córdoba en Argentina. Bailarina de inspiración, no de escuela, guionista de aspiración y escritora de madrugadas.
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